jueves, 17 de diciembre de 2015

Esperando la carroza

La anomia de la ingeniería en Catamarca es alarmante. La desintegración de la participación de los ingenieros en la ciudadanía peligra, como nunca antes, por la desaparición paulatina del sentido de pertenencia. Y esta emergente situación de alienación experimentada por los profesionales ingenieros, provoca una situación de desorganización que resulta en un comportamiento no social inesperado: El de no hacerse cargo de las responsabilidades inherentes a su título y del compromiso implícito de aportar su conocimiento y experiencias adquiridas a la sociedad donde viven y se desarrollan. Se podría buscar esta falta de compromiso social en fallas en su formación, que los concentra más en la adquisición de competencias técnicas, que en prepararlos para los encargos que las sociedades imponen al asumir responsabilidades como profesionales. Pero, aunque fuese cierto lo anterior, la vida profesional está limitada por reglamentos que el Estado define para el ejercicio profesional y que ha delegado en los colegios y consejos de profesionales como instituciones rectoras de la matriculación y la habilitación. La queja generalizada de los ingenieros locales resulta, por estos días, en la usual falta de satisfacción en cada uno de ellos, de sentirse parte integrante de un grupo, identificados con el resto de sus integrantes a quienes entiende como pares. La falta de sentido comunitario entre los ingenieros genera también, un sentimiento de lucha solitaria en el mercado laboral, donde se sabe de antemano que no existe representación gremial que haga respetar sus derechos como a cualquier otro trabajador. No se puede hablar de ausencia de una institución que los aglutine y contenga, sino más bien de una llamativa falta de presencia y representación ante los problemas de los profesionales matriculados. Si a un ciudadano medianamente informado se le pregunta qué es, dónde está, qué hace, para qué sirve o quién son las autoridades del Centro de Ingenieros de Catamarca, es probable que la respuesta sea negativa en la mayoría de ellas. Se sabe, sin embargo, que tiene un lindo salón de fiestas y una hermosa pileta de natación en un predio deportivo. Es decir, se asocia la función del CIC a la de un proveedor de espacios de recreación en alquiler. Del resto nada. O casi nada. Hace días se publicitó por medios de difusión oficial respecto a un convenio de cooperación mediante el cual se hace una auditoría al estadio de futbol para saber sobre sus visibles falencias. Es decir: trabajos de consultoría, que imaginamos serán muy bien remunerados, aunque la institución sea “sin fines de lucro”. Obviamente, la marcada alineación política partidaria de sus autoridades, no sólo contraviene la lógica independencia que debiera tener una asociación de profesionales técnicos pensada para contener y ayudar a sus matriculados, sino que además expone a la institución y sus adherentes a inconsistencias notables al tratar de no incomodar al gobierno de turno. Por caso: ¿Se conoce cuál es la posición del CIC respecto a la tragedia de El Rodeo? ¿Existen estudios técnicos de sus asociados al respecto como los que profesionales de otras disciplinas publicaron? ¿Cuál es la defensa que se hace de los profesionales imputados en la causa? Respecto al avasallamiento de profesionales ingenieros en los organismos estatales: ¿Se conoce alguna postura institucional o individual? Del ejercicio ilegal de la profesión de ingenieros que no se matriculan en Catamarca: ¿Se sabe de iniciativas o gestiones del CIC al respecto? Y respecto a la publicidad de los que sí ejercen legalmente: ¿Se publican regularmente la lista de matriculados y habilitados? ¿Se conoce cuáles son los Honorarios Mínimos sugeridos por el CIC? Resulta claro que el bajo perfil adoptado se confunde con ausencia total de la institución en la vida social de la Provincia ¿Se trata de oscurantismo en la gestión o solo tenemos que hablar de inoperancia? Quizás accediendo a la página web de la institución (www.ingenieroscatamarca.com.ar) tengamos la pauta de la omisión, consciente o por ignorancia, de la información mínima de las acciones de la institución. La negligencia queda palmariamente expuesta. No resulta difícil de entender entonces, que la falta de sentido de pertenencia de los ingenieros, la falta de compromisos éticos, sumados a la negligencia de las autoridades de la institución que los aglutina, resulten en una combinación nociva que tiende a la desconfianza generalizada de la gente sobre la necesidad de utilizar sus servicios profesionales. No habremos de sorprendernos si en el futuro se prescinde de las tareas de los ingenieros, aduciendo falta de formación para la gestión o razonamientos políticos circunstanciales para alejarlos de los puestos expectantes en asuntos que les son propios por sus incumbencias del título. Degradar a los ingenieros (y técnicos en general) a meros auxiliares en la toma de decisiones no es nuevo. Lo novedoso es la mansedumbre con que se acepta en esta Provincia con el silencio cómplice del CIC. Se pasa de la contratación obligada de profesionales técnicos que planifiquen, diseñen y ejecuten obras y proyectos de ingeniería (públicos y/o privados), a la pérdida de respeto por la profesión y a la utilización de atajos para salvar las formas sin considerar consecuencias civiles y/o penales por ello. La protección y salvaguarda de la profesión se hace día por día y en todos los lugares que corresponda, y necesita del necesario acompañamiento de organismos estatales que cumplan y hagan cumplir con la participación de profesionales ingenieros matriculados y habilitados en todo el ámbito provincial. De lo contrario, se pasará a la desaparición de la profesión tal y como la entendemos en la actualidad reemplazándola por idóneos y entendidos en cualquier materia, que no responden con sus firmas a nada de lo que se hace. De igual manera, es esperanzador el meritorio el esfuerzo diario de los profesionales de la ingeniería que ejercen desde la ética y las normas, aún en situaciones de adversidad. Y queda en ellos el enorme desafío de recuperar la profesión y revalorizarla adecuadamente.